A mi madre.
Una pequeña angustia surge
apagando las luces
del mercadillo navideño.
Cogido de la mano, allá arriba
sombra y lágrima velan la cara de mamá.
Una rota ilusión agarrota la garganta
mientras con prisa vuelven
y en lo alto una mueca de ansiedad
aleja al fondo de la noche
el rostro de la madre.
Reconozco tu angustia, madre, en mí,
que antes que angustia fue dolor,
que antes de ser dolor fue muerte,
la ilusión devastada, la ilusión de una niña.
Reconozco tu angustia dentro, ahora,
que ando el camino de mis huesos
desde mi angustia a mi dolor,
desde el dolor hasta mi culpa,
desde la culpa hasta mis yerros.
Madre.
Ahora estoy donde tú estabas.
Ahora sé.
Y puedo ahora, madre, hablar al niño.
© Juan José Ayuso Martínez